Planes de liderazgo frustrados: oportunidad de planear mejor

General Planes de liderazgo frustrados: oportunidad de planear mejor

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Llegó marzo y sacas tu listica de planes del año para verificar, para bien o para mal, que las cosas muchas veces han tomado un rumbo diferente al pensado.

Ya van numerosos años de tu vida que ocurre esto, por supuesto. Sabes secretamente cuando haces el plan, que algunas cosas pasarán, pero la mayoría, si suceden, no sucederán justo como lo diseñas del primer momento, y muchas veces tampoco en esa fecha.

Se trata de ese factor que hace variar nuestro hermoso perfecto plan de su linealidad: el elemento variable.

El elemento variable, para tener una idea, es la llegada de ese viejito tan conversador a tu casa cuando habías planificado un hermoso día de limpieza general, o una maratón de tu serie favorita, o un buen tiempo de oración a solas.

El factor variable está cuando, de la nada, tu meta de bajar tantas libras en los tres primeros meses del año se interrumpe por un virus que te dejó sin ir al gimnasio todo un mes.

El factor variable hace que tu hijo adolescentes comience a salir con su amigo de confianza, que es muy diferente a todo el set de espacios, influencias y conversaciones que habías estructurado cuidadosamente para él.

Amigo, el factor variable es, en fin, la vida, demostrándote que en realidad tienes mucho menos control del que creías a la hora de liderarte a ti mismo y liderar a otros.

El factor variable apareció cuando David había ideado todo el método para trasladar el arca de Jehová, pero terminó por caerse de lado y ser tocada por Uza, desviando el recorrido indefinidamente. O cuando en medio de años de estabilidad, David se encontró, de repente, afrontando el “golpe de estado” de su propio hijo.

El factor variable estuvo cuando José, después de hacerlo todo absolutamente bien delante de Dios, acabó pasando más de diez años en una celda en un país extranjero, lejos de su familia.Y para los discípulos, no se me ocurre cómo deben haber sido esos tres días desde la muerte de Jesús.

Pero, ojo, no hay nada más frustrante, más incomprensible que cuando ese factor imprevisto viene de las decisiones de otros. Ejemplo fácil: cuando los jóvenes que lideras en tu iglesia han decidido comenzar a visitar las actividades de la iglesia vecina, —sin decirte, por supuesto— incluso después de que hiciste un programa hiperdiseñado, por pasos, y etapas, ayuno y oración mediante, conversaciones y mesas de trabajo, para llevarlos a un resultado específico este año.

¿Cómo le decimos a eso? ¿Ovejas rebeldes? ¿Gente que cambia, inconstantes?...

Tal vez no puedo pensar en ningún otro factor de variabilidad tan enormemente frustrante en temas de liderazgo como el momento en que Moisés comenzó a darse cuenta de que el pueblo que iba en ese viaje en el desierto, de hecho, no reaccionaría como él había imaginado, y mucho menos en el tiempo que él había imaginado. Hombre!, ni siquiera con él.

Dos cosas siempre llegan con este elemento de variación de las personas. Primero, una enorme, indescriptible, sensación de frustración e incertidumbre.

“Pero si hice todo bien, Estuve en conexión con Dios, decidí las metas en coincidencia con su pensamiento y su visión, medí el tiempo, pensé en los integrantes del equipo y hasta calculé posibles imprevistos. Elegí una fecha adecuada y alcanzable. Me leí tres libros sobre cómo proyectar planes de crecimiento. Diseñé actividades y espacios equilibrados y atractivos... oré y ayuné como por un mes por este plan. Además, es por su bien.”.

Pues amigo, esa etapa la vivimos todos. Sobre todo si los planes se trataban de guiar o liderar a personas, que son la bomba de la variabilidad. Ahí podrás estar forcejeando más o menos tiempo y hasta pasar por todas las etapas del duelo y velar tu plan con funeral incluído.

Puedes también aprovechar la etapa de ira para despotricar contra las personas que tienes que liderar, etiquetarlas, juzgarlas de superficiales, o falsas, buscar versícuclos bíblicos para comprender su supuesta incapacidad de ser santamente guiados, y hasta convencerte de que tu misión divina está siendo vapuleada por el diablo a través de gente ingrata y desordenada... Venga, amigos, si Moisés golpeó la roca, eso lo entendemos todos.

Lo cierto es que tarde o temprano, cuando te vuelva a suceder como por cuarta, quinta o sexta vez, que la linealidad del plan no coincide con lo que está ocurriendo, en especial con las decisiones de la gente liderada, habrá que conocer la segunda gran característica del factor variable: es un espejo de control y ego.

Si nos molesta tanto que la gente no camine por la línea que hemos trazado en el suelo para ellos, no es porque nuestra línea fuera tan buena para su bienestar. De hecho, (aceptemos esto, que aquí nadie lo sabrá), es porque nos encantaba la linealidad, el color y la espectacularidad de nuestro trazo, más que el de Dios. Sssssh...

Pero si la ira persiste, y nos tiene despotricando contra otros y hasta generando rechazo hacia ellos y su insoportable variabilidad, es, en buena parte, porque estábamos felices manipulándolos, manejándoles, según nuestro plan, y desatendidmos que hay un plan de Dios personalizado, para cada uno de ellos.

¿De veras pensamos que nuestro hijo adolescente no tendrá su propio espectro de amistades e influencias a la mano, a la par de las que elegimos para él?

¿De verdad creemos que el grupo de jóvenes de nuestra iglesia no es perfectamente capaz de visitar y participar en otros espacios cuando lo decidan y quieran, sin decirte nada?

Si te da cosquillas de solo pensarlo, ya te lo digo: estabas amando el control, el ejercicio de manipular.

Y aquí es finalmente, cuando nos abrimos a una realidad esencial que nos enseña ese factor variable: 1 no somos Dios, 2 ni podremos realmente controlar la linealidad de nuestro plan. Y, otra cosilla, 3 nuestra línea es siempre una opción paralela a muchas otras.

Digamos adiós a la ilusión de que controlamos el crecimiento (propio o ajeno). Y terminemos de asumir que solo podemos ofrecer una opción para el crecimiento, y comunicarnos con Dios sobre el tema.

Eso es incalculablemente bueno y liberador.

Porque tendremos que rogar a Dios que se encargue de guiar a nuestros liderados entre ese espectro de opciones que acompañan a la nuestra. Tendremos que rogar a Dios que supervise las opciones de amistad de nuestro hijo adolescente que caen fuera de nuestro control, mientras seguimos dándole las nuestras y comunicándonos con amor con él.

Tendremos que rogar porque nuestro plan del año sea visto por Él y decida qué hacer con todo lo que diseñamos.

Aunque esto no sea un allamado a la inacción. Tendremos que aceptar, rendidos al fin, que por muy perfecto que sea nuestro programa, estará disponible a la par de muchos otros espacios y opciones, y variaciones imprevistas.

Con los planes que incluyen a otros, aceptaremos que ellos elegirán cada día, incluso sin que lo sepamos.

¿Reaccionaremos eliminándoles el acceso a otras elecciones? ¿Nos roerá la ira por su ceguera e ingratitud ante las buenas perfectas intenciones de nuestra opción para su crecimiento? ¿Los consideraremos duros, o inmaduros, o cualquier otra etiqueta? ¿O peor, tendremos una conversación de autoridad para cortar el resto de las opciones y plantearles un “esto o nada”?

Tal vez convenga hacer lo mismo que aquel Moisés entendió después. Confiar en el verdadero control de Dios, comunicarse con Él al respecto, entender que siempre, nuestra opción para el crecimiento ajeno va a la par de otras opciones, y ver eso con buenos ojos.

Y, tal vez ahí alcancemos uno de los más importantes resultados de la frustración del líder: volver a amar al pueblo, aceptando que a la par de nuestro perfecto hermoso lineal plan de liderazgo, la línea que trazamos para ellos estará, para cada uno, llena de bifurcaciones, variantes, opciones, otros planes y grupos, decisiones propias, pero que Dios es quien vela sobre todo ello.

Lo importante tal vez sea, que al final de ese extraño, creativo camino que cada uno tomará, aprendamos a estar con el mismo amor. Aprendamos a trazar planes diferentes. Que sumen y no resten. Que incluyan de antemano el factor de la variabilidad para cada cual, supervisado solo por Dios.

Que nuestra opción se elija por voluntad, y no por estar impuesta como único camino. Que diseñemos ese programa sabiendo de antes que tal vez algunos combinarán con otras opciones y no nos lo dirán, pero Dios se los permite según su propia elección.

Tal vez, no sé. Una de las cosas más importantes detrás de la frustración de un plan lineal, sea que al final del plazo, hayamos estado amándoles y no odiándoles, por no seguir exactamente nuestra idea de trayecto.

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