General La manera en que Dios educa: una historia de depresión, y transformación de Dios
Yober y Lisy son de esa poquísima gente que cuando se escucha, uno piensa que así se debía sentir al oír a Jesús: esa sensación de estar en un lugar de remanso, donde no hace falta fingir falsa piedad.
De vez en cuando, entre tanta tradición y religiosidad, hay gente así, que te devuelve la fe en que el evangelio sí es real y Dios sí está haciendo cosas aún. Gente que te muestra una personalidad transformada desde sus palabras hasta el modo en que sonríen, conversan, llenan de bondad el ambiente.
Gente que dejan un olor a Dios por donde pasan. Gente sencilla, que luce tal y como nosotros, pero a la vez son muy distintos, porque se siente algo diferente en su modo de actuar que revela la huella de Cristo.
Cuando esa gente habla, hay que escucharlas. Así son ellos, una pareja que hace una diferencia en cada persona con la que coinciden. Si no están un día haciendo ejercicios al aire libre y orando por los amigos del barrio que los acompañan, están entonces invitando a comer pizza a una muchacha que conocieron en una tienda que necesita de sus palabras de aliento, o consolando por las redes sociales a una persona desconocida que dijo sentirse muy deprimida porque está en un hospital.
Para ellos, no hay fórmulas fijas en el evangelio, porque Jesús no siguió nunca fórmulas fijas. Por eso están siempre soñando. Escuchando la creatividad de Dios.
Yober y Lisy son canales del amor de Cristo hacia todos los que tienen la suerte de chocar con ellos.
Por eso cuando Yober me cuenta que ella tuvo que atravesar difíciles problemas depresivos que la tuvieron años metida en una cama, me cuesta mucho creerlo. Y cuando añade que él decidió dejar el ministerio todo un año para dedicarse a «pastorear» solo a Lisy, me quedo más perpleja aún.
«¿Cómo que tu esposa tuvo problemas emocionales?, ¿de veras? ¿Quién lo diría, si es tan centrada y sana? » «Sí, sí, ella estuvo cuatro años en cama, desde los 19, con una depresión que no la dejaba hacer nada.»
Y así descubro la historia de cómo Dios empezó a convertir a dos simples creyentes en dos discípulos de una escuela muy especial. Lo curioso es que la historia no tiene nada que ver con una academia acreditada, ni con un claustro de profesores lleno de títulos teológicos. Tiene más que ver con hospitales, oraciones respondidas, corazones
rotos, y un proceso de moldeaje muy intenso de parte del mismo Dios en persona.
Lisy estuvo en un estado depresivo muy serio, al punto que tuvo que ser ingresada por eso, y perdió el ritmo normal de su vida durante al menos dos años en que su refugio era estar en la cama. «Un hermano la estuvo visitando en el hospital y le impuso las manos para pedir la sanidad de Dios —me cuenta Yober— y ahí empezó un proceso de
liberación que le llevó como un año.
«Pero le quedaron secuelas en los pensamientos y sentimientos, tenía sensaciones extrañas, malestares, miedo a salir sola. Había tenido un tratamiento espiritual pero sicológico no, la sicología que recibió fue solo de parte de médicos, pero ellos no fueron a detalles que luego el Señor me mostró cómo tratarlos.
«Me vi en la necesidad de abandonar el ministerio y dedicarme a ella solamente, a conocerla. Estábamos recién casados y no comprendía muchas cosas».
Yoberto Sánchez y Lisandra Solís se casaron un tiempo después de que ella mejorara y Dios la fuera liberando de su estado depresivo, al punto de que se levantó como líder en su iglesia. A su unión se opusieron muchos hermanos, que le recomendaban a él no casarse con alguien que había tenido problemas emocionales tan serios. Era
malo para el pastorado, le decían, no saldría bien.
Y hasta llegaron a «profetizarle» los malos augurios como si vinieran de parte de Dios. Por eso cuando se casó y descubrió que Lisy lidiaba con secuelas dolorosas de su problema emocional, pudo haber cedido a la duda y la tentación de abandonar su matrimonio. «Ella tenía secuelas, necesitaba que yo me quedara en casa con
ella y yo no podía salir a visitar personas, tampoco tenía un trato adecuado con la gente, pues su autoestima
estaba muy golpeada. Se sentía despreciada, rechazada por los demás, le costaba tratar
con gente de cierto carácter, y eso en el pastorado traía efectaciones.
«Decidí dedicarme a ella para descubrir la raíz de lo que ella había vivido, y resulta que todo había surgido una relación de cuando ella no era cristiana, pero al llevar una vida lejos de Dios ella no valoró.
Las secuelas de esa relación generaron esa depresión de ella. Pero todo eso lo descubrí dedicándome a escucharla, a conocerla, a escuchar los detalles.
Yo no me sentí ofendido ni dolido, sino que busqué como darle una palabra de Dios para que sanara. «Ella me contó de muchas cosas, como momentos muy duros que vivió, o sea, yo encontraba la raíz de todo lo que ella había vivido antes de casarnos para yo poder entender cuál era la cura que necesitaba en la parte de la consejería, de la sicología
bíblica aplicada, en lo emocional, buscaba cómo tratar con su autoestima, y que ella se fortaleciera.»
Una decisión que realmente asombra por el nivel de compromiso, porque lo más común hubiera
sido rendirse y pensar que ella simplemente no estaba lista o que «no era la unión que Dios quería,
pero tú por qué reaccionaste así.
«Yo por mi parte había pasado por una experiencia interesante en que yo había descubierto que a través de la Biblia Dios nos muestra que hemos nacido para reinar, o sea, Dios nos ha creado con un propósito y es un propósito de autoridad, yo le llamo a esto reinar sobre nuestros pensamientos, sobre las circunstancias, sobre el mal o la naturaleza de pecado en nosotros.
Dios manifiesta que somos príncipes y princesas. Y todas esas verdades que Dios me fue mostrando yo se las fui enseñando, sobre la importancia de cultivar pensamientos sanos, acerca de Dios, y entender que ser cristiano es más que simplemente orar e ir a una iglesia sino que debemos permitir que Dios trabaje en nuestra
mente a través de su palabra y el Espíritu Santo.
O sea, que Él te había dado revelaciones que pusiste en práctica para reordenar tu matrimonio y ayudar a Lisy a sanar con Dios.
«Yo le había comentado a ella antes de casarnos que a lo mejor yo no era el hombre que ella buscaba pero sí el que necesitaba, y resulta que al yo haber pasado por una circunstancia como esa de descubrir que esos problemas de autoestima, de depresión, vienen de la niñez (sea por un maestro, un médico, incluso un líder y las palabras que
siembran en ti que te marcan, sucesos de la niñez traen sobre las personas daños permanentes), entonces yo estaba preparado por Dios para enseñarle a ella también todo eso y ayudarle a sanar como Él me mostraba que lo hiciera.
«Yo vi a Dios actuar a través del problema que atravesamos como pareja, que fue muy difícil., porque aunque ella había sido sanada por el Señor, y luego Él la había levantado como una líder de su iglesia y todo espectacular, pero luego llegó un momento que a ella le diagnosticaron un NIC III, muy peligroso, casi IV. Necesitaba operarse. Y eso
le trajo nuevamente la raíz del problema, que no había sido tratado, y volvió a recaer, por un temor, que específicamente era el temor a la muerte.
«Recayó en un estado muy interesante en que gritaba, no quería que la acompañaran, me rechazaba, y en otros momentos me quería. Alguien en la iglesia incluso le había dicho que si ella volvía a tener relaciones sexuales iba a regresar a su antiguo estado depresivo, y eso causó cosas tremendas al recordar eso.
«Entonces me enfoqué en darle mucho amor, en que ella sintiera que el amor que yo sentía por ella era seguro, verdadero, incondicional, que era más importante ella que mi ministerio, más que ser un líder increíble lleno de méritos. Y de ahí para acá así hemos trabajado, haciéndole sentir a la gente que ellos son importantes, no como un número ni como un miembro más, sino como una persona, porque no me interesa que me den un título o un
reconocimiento sino que la vida de ellos sea transformada,
y eso fue lo que hice con Lisy.»
¿Crees que Dios te hizo pasar por ese año entero dedicado a ella para mostrarte un entrenamiento
de liderazgo diferente, personalizado? ¿Te sirvió eso como una formación especial para luego ejercer en tu ministerio, cuando regresaste?
«Esto me resultó como un entrenamiento, porque antes de yo casarme con ella tenía un ministerio con niños de mucho éxito, que venían a visitar extranjeros y todo, y uno se siente bien y contento de ver los resultados.
«Pero de esta experiencia para acá, hemos entendido que lo importante es que las personas sean transformadas, sean cambiadas, que sus vidas salgan a flote. Por ejemplo, hemos conocido gente que en su iglesia no podían ni pararse a dar gracias a Dios y luego de que hemos tratado con ellos el Señor ha hecho cosas increíbles, predican bien, enseñan bien, y esa experiencia nos ha tocado.
«Fue un entrenamiento porque Dios me enseñó que no es importante un título delante de los hombres sino ver que su poder y su palabra están operando, están funcionando en la vida de la gente, y eso vale más que cualquier título.
«De hecho no sé si nosotros podremos pastorear en una iglesia grande, porque Dios me ha mostrado que lo importante es tratar con personas, pero si algún día Dios me permitiera tener una iglesia grande, nunca
dejaré de tratar con la gente directamente en lo personal, no solo estar en un púlpito, sino tratarles, preguntarles por su vida, su familia, buscar la raíz. No solo es imponer manos para ser sanado, y echar fuera demonios, sino también saber de su vida, qué haces, qué temes, qué quieres lograr, y motivarles a echar para adelante.»
Sin duda es otro modelo de educación para el ministerio el que Dios les dejó sacar de todo esto.
«Esa experiencia también me sirvió como entrenamiento porque ahora solo de conversar con un apersona ya puedo descubrir sus temores y qué está necesitando. Generalmente es una falta de fe en sí mismos, no creen que puedan lograr o alcanzar algunas cosas, se sienten menos que otros, incapacitados, otra cosa que descubro son los conceptos equivocados que tienen de Dios, como si fuera un viejo con un látigo en la mano listo para castigar cualquier maldad, pero eso no es así, yo creo en un Dios bueno, maravilloso, que he visto en la vida de Lisy y de mucha gente que he aconsejado. Él está ahí esperando a que le digamos que sentimos, y está al alcance nuestro su perdón, necesitamos recibir ese perdón. Somos amados por Dios, no solo lo demostró en la cruz sino cada día con cada oportunidad que nos da.
«Hemos aprendido también a superar cada circunstancia, porque pudimos habernos rendido, haber dicho, la gente tenía razón, haber creído todas las profecías que me daban los evangelistas de que no me iba a convenir estar con ella, que no era adecuada para mí, todo eso pudo haberme gobernado y haberla dejado, haber pensado "que
otro pase trabajo con ella", sin embargo me atreví, me enfrenté a las circunstancias, y en el camino,
fui preguntándole a Dios qué hacer.
«Eso me llevó también a aprender que en cada circunstancia tengo que preguntarle a Dios qué hacer, no asumir que ya sé qué hacer o tengo la fórmula, el método. Sino preguntarle en cada momento y con cada persona por dónde fue provocado su problema, qué palabras fueron dichas, qué ideas martillan su mente en la actualidad y qué dice la Biblia sobre eso, enseñándosela no como un mantra que repitas el versículo y ya, sino interiorizándola y que realmente pase a ser parte de sus pensamientos.
«Luego esos pensamientos provocan un sentimiento, y los sentimientos provocan acción, luego hábitos, que serán parte del carácter y luego de ahí, sale el destino final de esa persona.»
Realmente se puede ver en Lisy que Dios hizo una transformación profunda. Ni siquiera me la puedo imaginar tirada en una cama, o depresiva. Es una mujer inspiradora y contagia con su decisión de servir en la práctica para mostrar a Cristo a otros, en este contexto pandémico tan difícil.
«Ahora mismo que ella tomó esa decisión de ir para el centro de aislamiento creo que ella está siendo preparada y entrenada fuertemente por el Señor. Fue algo extraordinario ver que ella tomara esa decisión, porque en siete años de casados nunca habíamos estado distanciados, esto es parte de su entrenamiento. Aunque la llamo una vez al
día, y conversamos, y le doy ideas de cómo acercarse a las personas, hacer amistades, para ayudar y para enriquecerse espiritualmente, este es un acto suyo, y de mucha valentía.
«Hubo momentos que estuvo trabajando en las mismas salas de las personas positivas, y eso es peligroso, pero aparte ahora está relacionándose con los médicos, y el personal de apoyo y es peligroso. Y doy gracias a Dios por esa valentía que está manifestando. Es increíble.»
Creo que Dios la ha usado a ella para entrenarte y hacerte mejor pastor. De cierto modo, ha sido ella y no el seminario pastoral tu verdadera escuela de Dios.
«Algo que reconozco de ella a través de esa experiencia es que es alguien moldeable, siempre lista
para aprender, es como si esos años de depresión ella estaba desconectada del mundo real, es
como que ahora está dispuesta a prender, aunque al principio somos reacios al cambio, ella al principio mostraba resistencia, pero después aprende, por ejemplo, si ella ve que voy a tomar una decisión
que es contraria a los principios de Dios, ella todo lo que es correcto, lo que es bueno, está dispuesta a aprenderlo.»
Y eso trae otro tema muy importante, que se suele tratar como tabú en el espacio de la iglesia. Los problemas emocionales, mentales, y cómo lo trata Dios, cómo quiere que tratemos a personas cuando pasan por ese trance difícil de un problema emocional o mental.
«Una cosa importante que descubrí a través de otros y de ver la experiencia de Lisy, es que cuando conversas con alguien que ha perdido una extremidad me cuentan que todavía sienten calambres, picazones en su brazo o su pierna perdida, e intentan rascarse ese brazo que no tienen.
«Y esto me llevó a pensar que muchas cosas que sentimos son realmente cosas que están solo en nuestra mente. Nuestra mente ha creado un mundo, y muchas veces no es real, está totalmente diferente a la realidad, solo porque un pensamiento viene y es fuerte nos domina y llegamos a sentir cosas que no deberíamos sentir.
«Entonces aprendí el poder que tienen una palabra, una frase, decirle a alguien me alegro de que estés aquí, qué bueno eso que hiciste. Eso genera la idea de que es aceptado, le quieren, y así hemos trabajado con personas, desde niños hasta personas que llevan años en la iglesia, pastores… es la cultura de honra, que es amar y respetar a las
personas, honrar a la gente, por lo que cargan de Dios, sin importar los errores que cometen.
«Es un concepto que viene de Dios, sea o no cristiano, todo lo bueno en alguien viene de Dios. Lo que determina nuestra relación con las personas no son las cosas malas que pueda haber hecho.»
Realmente Dios les hizo pasar su escuela a ustedes y ahora los ha convertido en una escuela
para otros. Para acercarse de veras a ese modo personal de transformación que practica Cristo. Es un placer enorme haberles conocido y entrevistado.
«Gracias por darme la oportunidad.»
No, gracias a ustedes por mostrarnos que Dios sí está obrando en la gente que le escucha. Gracias por escucharle. Ojalá cada uno de nosotros elija ser entrenado por Él de esa manera, y pueda acercarse a la gente y dejar ese
olor a Cristo en el ambiente.