
Especiales De vuelta a la Escritura y al Dios de toda la gloria.
Se está viendo hoy que muchas predicaciones se vuelven no más que entretenimientos inteligentes saturados de humor, escasos de reflexiones serias y doctrinas bíblicas. La iglesia debe levantarse con el poder del Espíritu de Dios, y al estilo de los reformadores antiguos, presentar defensa con mansedumbre, pero con toda determinación, de la esperanza que hay en ella, del verdadero Dios que se revela a través de las páginas de la Biblia .
Señor, déjanos conocerte tal como eres, para que te podamos adorar tal como debemos” W. TozerLamentablemente el actual tiempo catalogado de postmoderno, con su énfasis en la pérdida de absolutos, el auge de creencias supersticiosas, el interés en la comodidad y la autocomplacencia, ha influenciado en el pensamiento de la iglesia. Por una parte se evidencia el surgimiento de doctrinas que no pueden sostenerse al examinar las Escrituras, siendo éste un mal que al parecer va en aumento. Por otra parte, con tristeza se escucha por boca de renombrados líderes, la negación de doctrinas importantes que tienen su fundamento en la Palabra, y que fueron creídas y enseñadas desde los inicios del cristianismo. La idea de un Dios que se ha revelado y que desea que sus criaturas lo conozcan a través de esta revelación, se va perdiendo de vista. La experiencia toma el primer lugar en la vida de muchos creyentes. De tal modo que algunos leen la Biblia sólo con el propósito de buscar en ella toda suerte de textos que avalen, de alguna manera, lo que quieren enseñar, aunque para ello tengan que sacarlos del contexto o manipularlos hasta que digan lo deseado. Una avalancha de nuevas corrientes doctrinales entran en la iglesia de hoy, y con su fluir demuestran la extraordinaria vigencia que cobran las palabras del Señor cuando dijo: “Escudriñad las Escrituras… ” (Jn 5:39). En Jeremías capítulo 9: 24-25 se lee: “… Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero…” En Juan 17:3 Jesús declara: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Dios tiene marcado interés en que el hombre, y especialmente su pueblo, tengan un conocimiento real de su persona y su obra. Su deseo es que lo conozcan, que le entiendan, que sepan quién es Él, qué hace, qué quiere. Sin embargo, como dice la Escritura: “…algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo.” (1 Cor 15:34) El fluir de doctrinas que entran en contradicción con la revelación divina, y que el pueblo de Dios acepta sin preocupación, análisis, razonamiento previo, escrutinio, está dando el claro mensaje del poco interés que muchos hoy le brindan al estudio de la persona de Dios. Ese dios que puede ser manipulado, que tiene menos poder que la mente humana; que está impedido por los demonios territoriales para lograr sus propósitos, que quiere ver al hombre lleno de riquezas y para esto necesita que sus criaturas den la “palabra de fe” y sigan pasos de visualización, etc., nada tiene que ver con el Dios revelado en la Escritura. Escudriñar la Palabra y ser fiel a ella se ha convertido hoy en imperiosa necesidad. No puede olvidarse que donde prevalezca la ignorancia bíblica, el cristianismo verdadero no perdurará. Es evidente que cuando los creyentes se alejan de la revelación bíblica terminan creando un dios propio y luego tratando de convencerse de que ese es el verdadero. Se necesita aclarar por tanto que no importa lo lindo de las palabras y revelaciones de algunos líderes actuales, o la unción que estas “revelaciones” parezcan tener, si no se ajustan a la palabra profética más segura, es decir a la Biblia, harán tropezar a la iglesia, la que sin pensarlo se encontrará paulatinamente adorando a un ídolo creado por su fértil imaginación. Lo triste es que cuando esto sucede los creyentes dejan de ser verdaderos adoradores para convertirse en simples idólatras, el destino de los cuales está claramente expresado en la Escritura (Ap 21:8) Si la iglesia descuida el estudio de la persona de Dios y pierde de vista Su trascendencia, poder, soberanía y voluntad, quedará expuesta a toda idea espuria de mentes imaginativas a las cuales el Señor de Señores y su revelación, no les es suficiente. El momento actual requiere que los hijos de Dios adquieran un conocimiento intelectual que los lleve a relacionarse y adorar al Dios verdadero (nadie puede relacionarse y adorar lo que no conoce). Urge que los creyentes sean diligentes, que examinen todo y retengan lo bueno, que busquen a Dios con toda oración y súplica en el Espíritu, que giman en Su presencia, que estudien con interés las Escrituras. Para volver a recuperar el poder que la iglesia ha perdido, necesita tener una visión transformadora de la gloria de Dios; pero no de un dios utilitario y popular que cobra atractivo por lo que pueda brindar, a la vez que pierde veracidad por no satisfacer las demandas de quienes enseñan que El dará lo que realmente no ha prometido. El Dios que se debe conocer es el Majestuoso que se haya en los cielos, el Todopoderoso hacedor de maravillas, el único y eterno Salvador. El que habita la altura y la santidad pero a la vez con el quebrantado y humilde de espíritu (Is 57:15). Definitivamente como dijera Tozer: “Es necesario que Dios sea en nuestra mente el mismo Dios que es en el universo.” Quitar un poco la mirada del hombre y volver a ponerla en ese Dios soberano, sería un buen consejo para esta generación postmoderna. Evitar la comodidad de escuchar y no examinar las palabras, es necesidad para el pueblo que le sigue. Dejar que sea la Biblia, y no los conceptos preestablecidos por los hombres la que hable a los corazones humanos, es prioridad para el cristiano de hoy. Hay un peligro evidente en el pueblo de Dios. Si se está viendo hoy que muchas predicaciones se vuelven no más que entretenimientos inteligentes saturados de humor, escasos de reflexiones serias y doctrinas bíblicas, ausentes de palabras que conduzcan al hombre a arrepentirse de sus pecados y tomar buenas decisiones, atiborrados de especulaciones, que sólo llevan al oyente a aplaudir, la iglesia debe levantarse con el poder del Espíritu de Dios, y al estilo de los reformadores antiguos, presentar defensa con mansedumbre, pero con toda determinación, de la esperanza que hay en ella, del verdadero Dios que se revela a través de las páginas de la Biblia .