General Adoración en espíritu y en verdad
Mas la hora viene, y ahora es,
cuando los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Dios es Espíritu; y los que le adoran,
en espíritu y verdad es necesario que le adoren (Jn 4:23-24).
En este mundo habitan más de 7000 millones de personas y dentro de tan gigantesca masa encontramos una gran diversidad en todos los aspectos de la existencia humana. A pesar de esta realidad, a modo de axioma, podemos afirmar que todo el mundo adora algo, desde el más religioso hasta el más ateo. Todos tenemos algo en nuestra vida a lo que amamos y valoramos lo suficientecomo para construir nuestra vida alrededor de eso: Dios, el dinero, el trabajo, un deporte, la familia, etc. Pero cualquiera que sea esa cosa a la que le damos importancia por encima de las demá, le dará forma a nuestras emociones, voluntad, pensamientos y conducta. A la luz de esta inexpugnable realidad ─que todos adoramos algo─ Jesús demanda una adoración (a Dios) en espíritu y verdad. Eso significa que nuestra adoración deber estar en conformidad con aquello que es verdad acerca de Dios ─lo que Dios nos ha revelado en su Palabra─ y que debe hacerse con una actitud auténtica.O sea, con un espíritu despertado y guiado por la verdad de Dios, no por un mero sentimentalismo emocional apoyado en concepciones personales. En medio de la conversación con la samaritana llega un momento en que esta mujer le empieza a preguntar a Jesús cuál era el lugar correcto para la adoración (Jn 4:20), ya que los samaritanos decían que era en un determinado lugar mientras que los judíos decían que era en otro. A esta interrogante geográfica Jesús responde: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorareis al Padre… Mas la hora viene, y ahora es cuando los verdaderos adoradores adoraran al padre en espíritu y verdad (Jn 4: 21,23). Lo que Jesús hace con su respuesta es desmontar la idea geográfica que tenía esta samaritana tenía en su cabeza concerniente a la verdadera adoración y trata de llevarla a que se diera cuenta de lo que estaba pasando delante de sus ojos. Algunos versículos más adelante hace la impresionante declaración de que él era el mesías judío tan esperado. Pero antes de esta declaración la mujer había dicho lo siguiente: Sé que ha de venir el mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas (Jn 4:25). A lo que Jesús respondió: Yo soy, el que habla contigo (Jn 4:26). Note que la mujer tenía esperanzas de que el mesías vendría algún día y les aclararía todas las dudas. Lo último que esta mujer se podía imaginar era que estaba hablando con ese mesías que tan ansiosamente esperaban y estaba recibiendo una cátedra sobre la verdadera adoración. Entonces, cuando Jesús le dice que la verdadera adoración no depende de tal o mas cual lugar, sino que “ahora es” cuando los verdaderos adoradores adoraran al Padre en espíritu y verdad, estaba diciendo que el reino del mesías había comenzado y una radical ruptura con la concepción y práctica de la adoración tal y como la realizaban había ocurrido. Jesús le estaba enseñando a esta mujer que en la verdadera adoración la geografía no es relevante sino la realidad espiritual de la persona que esta adorando (espíritu y verdad). Que lo que realmente importa no es el lugar donde estás adorando a Dios sino si lo estás haciendo acorde a su Palabra y si tu ser esta siendo avivado y dirigido de forma auténtica por esa verdad y no por otras cosas. Esto es algo que muchos creyentes ─incluyendo a muchos que llevan largos años en la iglesia─ no han aprendido. Permanecen con la misma actitud de los samaritanos y judíos de la época: “es en este lugar donde verdaderamente se adora a Dios”. Han creado una teología “templista (si es que existe dicha palabra)” en la cual han circunscrito la verdadera adoración a una actividad cultica desarrollada en el templo. Estos creyentes creen que para adorar de verdad hay que hacerlo en el templo: orar en el templo, ayunar en el templo, cantar en el templo, en fin, todo en el templo. Incluso llegan a criticar aquellos miembros de la congregación que no manifiestan la misma templo-dependencia y se toman la libertad de practicar estas disciplinas espirituales en otros lugares en determinadas ocasiones. En manera alguna estoy promoviendo una teología anti-templo.Está claro que el templo es la edificación donde nos reunimos de forma sistemática los creyentes para realizar actividades con el fin de adorar a Dios y en el proceso nos edificamos los unos a los otros como consecuencia inherente de tal actividad. Pero es un serio error volver al judaísmo y ver al templo como ese lugar mágico donde único se encuentra la presencia de Dios y donde único cobra importancia y validez la práctica de las disciplinas espirituales. Caer en este error es malentender el significado tipológico de las instituciones del Antiguo Testamento amarrando la adoración a una mera ubicación geográfica y ritualismos externos. Cuando hablamos de adoración en espíritu y verdad, está claro que la palabra verdad se refiere a la verdad que Dios nos ha revelado en las escrituras. ¿Pero que hay con espíritu? Es cierto que esta expresión incluye en su significado una actitud sincera que complementada con la verdad de Dios fomenta la verdadera adoración. Sin embargo, me gustaría que cavásemos un poco más hondo para ver quéconstituye el fundamento de esa actitud sincera. Algunos intérpretes toman esta frase como una referencia al Espíritu Santo y otros la toman como una referencia al espíritu humano. Pero lo más probable es que estas dos interpretaciones no estaban separadas en la mente de Jesús. Recordemos que Jesús yuxtapone el Espíritu Santo de Dios y el nuestro de una manera notable en Jn 3:6: Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. [caption id="attachment_5190" align="alignnone" width="300"]